Topo, silencioso morador subterráneo

Suele ser frecuente hallar en los campos cercanos a la refinería de Petronor, colindantes al Barbadún, pequeños montículos o bien largos cordones de tierra removida. Son las inconfundibles huellas de un morador por todos conocido, el topo.




Si bien numerosos mamíferos se refugian bajo el suelo para huir de sus predadores o hallar cobijo ante las adversidades climáticas, como es el caso del turón o del tejón, sólo el topo ha logrado adaptarse totalmente a la vida hipogea y rara vez se le encuentra en la superficie. Únicamente sale de su oscuro reino subterráneo para beber durante las épocas de fuerte sequía o para alimentare en los meses de escasez.

Este animal está recubierto de un pelaje fino y espeso, como el terciopelo, de color negro con reflejos grises, pardos o azulados. Pero su rasgo más peculiar es la forma de sus extremidades anteriores, que finalizan en una mano ancha, fuerte y sonrosada, provista de poderosas uñas, que ha experimentado una rotación de noventa grados, de manera que su borde interno está vuelto hacia abajo y la cara palmar se halla dirigida hacia le exterior. De este modo, sus manos son auténticas palas que le permiten excavar con gran rapidez.

Su hábitat preferido son los suelos blandos, húmedos y ricos en humus, en los que puede excavar con facilidad. Para ello, coloca sus patas anteriores delante de su hocico y las hunde en el terreno, echando seguidamente la tierra hacia atrás. Así va avanzando, del mismo modo que los nadadores de braza en el agua, y construyendo tres tipos diferentes de galerías. Unas están relacionadas con el refugio, otras son las llamadas galerías permanentes y las terceras, más superficiales, constituyen su territorio de caza. Su alimentación está basada fundamentalmente en lombrices, insectos y sus larvas.

El topo es muy voraz, como todos los insectívoros. Cada día ingiere tanto peso en alimento como el suyo propio. Con el fin de disponer de alimento de continuo, a veces hace acopio de lombrices de tierra, a las que paraliza de un mordisco en la cabeza y las almacena vivas en su madriguera.

Al no sufrir letargo invernal, necesita alimentarse todos los días del año, pues si deja de hacerlo durante dos días, muere de hambre.

topo3A mediados de enero, cuando la naturaleza aún permanece aletargada, el macho siente la llamada del amor y entra en celo. La hembra, en cambio, se muestra arisca y poco dispuesta al apareamiento hasta febrero o marzo.

Para asegurar la descendencia la hembra acepta a dos o tres machos y 4 ó 5 semanas después pare entre 3 y 6 pequeños desnudos y sonrosados.

La hembra, que generalmente es un animal solitario y huraño, se convierte en una madre ejemplar que amamanta a sus hijos con esmero y los rodea de cuidados y atenciones. Durante un mes cuida de ellos y si intuye cualquier peligro los traslada uno a uno a otra cámara de cría. Sin embargo, pasado este tiempo, expulsa a las crías del nido.

Las hembras suelen parir una vez al año, en abril o mayo, aunque también se pueden encontrar camadas a finales de verano, que proceden de una segunda gestación o de la primera de una hembra nacida ese mismo año.

CURIOSIDADES

topo2Aunque carece de pabellones auditivos, tiene un oído muy sensible. En cambio sus minúsculos ojos, ocultos bajo su pelaje, están débilmente desarrollados, ya que no necesita la vista. Como contrapartida, dispone de un sentido vibratorio muy notable y un fino sentido del tacto.