Amanecía el 2 de agosto de 1990 y, mientras Occidente dormitaba en sus vacaciones veraniegas, el ejército iraquí del dictador Sadam Hussein entraba en Kuwait, y ocupaba en pocas horas el palacio del emir. Uno de los diez mayores productores mundiales de petróleo acababa de desaparecer como país independiente, y el principal productor, Arabia Saudita, tenía un ejército a las puertas de sus fronteras con riesgo inmediato de invasión. De realizarse esta ocupación, Hussein controlaría un tercio de la producción mundial. En el tiempo que duró la crisis, el barril de petróleo pasó de 18 a 40 dólares. Una coalición de treinta y un países bajo mandato de Naciones Unidas pudo restablecer la situación. Aún así, el daño que provocó el alto precio del crudo contribuyó decisivamente a la grave crisis económica de los años 1991-93.
Tres lustros más tarde, el precio del petróleo se ha duplicado en un año, pasando de 70 dólares a casi 150 el barril. Afortunadamente estos días vuelve a rondar los 100 dólares. Esta escalada ha sido un factor determinante en la crisis económica que estamos sufriendo, y añade su efecto a la crisis de liquidez en el sistema financiero. Las embestidas de los precios del petróleo tienen consecuencias reales en nuestra economía, reflejándose habitualmente en un menor crecimiento y, por tanto, en menor generación de empleo.
Los expertos achacan las razones de este aumento del precio del petróleo a la demanda creciente de los países asiáticos, las cada vez mayores dificultades geológicas que limitan el aumento de la producción, la concentración de la producción en manos de productores soberanos con un menor papel de las compañías privadas, las tensiones geopolíticas, así como la especulación financiera. Ya en diciembre de 2006, en una conferencia en Bilbao, el presidente de Repsol, Antonio Brufau, anticipó claramente las causas estructurales que nos iban a llevar a un petróleo más escaso, producido en muchos casos en áreas geográficas disputadas e inestables, y con nuevas economías emergentes ávidas de consumirlo.
Las universidades y “think-tanks” estadounidenses rebosan de debates sobre la teoría del pico del petróleo. Es decir, sobre el momento en el que habremos consumido la mitad de las reservas existentes originariamente en la Tierra. Sin embargo, apenas hay certidumbres en ese debate. Es muy posible que, a medida que la tecnología mejore y el precio suba, podamos acceder a reservas que hasta ayer mismo eran inimaginables, como es el caso de las arenas bituminosas canadienses, que abastecerán el 4% de la demanda mundial en una década. Pero una cosa sí que es cierta. El pico del petróleo ligero, es decir, el tiempo del petróleo fácilmente extraíble –y que genera un elevado porcentaje de hidrocarburos de grandes rendimientos— ha pasado ya. Cada vez dispondremos de petróleos más pesados y cuyo refino exigirá tecnologías más avanzadas y novedosas.
Todo ello, además, en un entorno en el que, afortunadamente, las exigencias medioambientales hacen que las sociedades más desarrolladas necesiten menos fueloil, que ya no se quema como hace unos años en empresas y calefacciones domésticas, y demanden más gasoil y gasolinas con menos productos contaminantes. Y Euskadi cuenta con una refinería, la de Petronor, que al día de hoy obtiene fuel en un 25% de su producción. Producto que ya no demanda el mercado europeo por razones medioambientales y que debe ser enviado a otros continentes elevando el tráfico marítimo de hidrocarburos, aunque coyunturalmente debamos importar fuel obtenido de crudos ligeros por demanda de algunos sectores concretos.
El que esta actividad de refino siga en Euskadi responde a una responsabilidad con nuestro entorno, en la medida en seguimos siendo grandes consumidores de gasolina y gasoil, una responsabilidad social, no en vano seis mil puestos de trabajo dependen de forma directa e indirecta de esta refinería, y una responsabilidad institucional, por cuanto la actividad de refino genera 550 millones de euros en impuestos cada año en Bizkaia. Una cifra equivalente a todo el Gasto Social de Bizkaia en construcción de residencias, ayudas a la Tercera Edad, accesibilidad de discapacitados, potenciación del transporte público, generación de empleo estable, cooperación al desarrollo y programas para la juventud. Todo ello con un estricto cumplimiento de las exigencias medioambientales que regula la Unión Europea.
Además, estamos todos obligados a adaptar los procesos de refino a la nueva realidad mundial del petróleo. La reducción de las reservas de crudo ligero y las nuevas tecnologías de extracción van a dar lugar a petróleos cada vez más pesados, que sólo podrán ser convertidos en productos más ligeros y limpios que la sociedad demanda si contamos con las instalaciones adecuadas para ello.
Este ha sido el motivo que ha llevado a Petronor a plantear la mayor inversión industrial acometida en Euskadi: la unidad de reducción de fueloil, que convertirá ese excedente de fuel –que por razones medioambientales hemos dejado ya de quemar para producir electricidad y calor— en gasóleos demandados de forma creciente por nuestros vehículos y que al día de hoy nos vemos obligados a importar. El otro producto resultante es el coque de petróleo, utilizado como combustible en el sector cementero.
La reducción de fueloil y su conversión en gasóleo, lejos de ser un proceso contaminante y de destrucción de puestos de trabajo, es una medida de gran relevancia medioambiental y social. Por un lado, el azufre contenido en el fuel y que al quemar produce SO2 –principal causante de la lluvia ácida– será extraído evitando la emisión a la atmósfera de 160.000 toneladas de gas contaminante. Y, por otro, el proyecto generará 340 empleos industriales directos y 1.300 inducidos en Ezkerraldea y Zona Minera.
Los cambios que se están produciendo en el mercado mundial del petróleo y que inciden en sus precios nos afectan a todos sin excepción. Las consecuencias dependerán de cómo seamos capaces de adaptarnos a esta nueva realidad. Desde Petronor responderemos con una inversión generadora de empleo y medioambientalmente sostenible.
Josu Jon Imaz
Presidente Ejecutivo de Petronor, S.A.