Concretamente, me gustaría precisar quién está detrás de este libro. Si queréis saber quién en justicia debería haberlo firmado, abridlo por el final en un apartado que llamo “agradecimientos”. Ahí están quienes de verdad lo han hecho posible. Empezando por Petronor, una empresa detrás de la cual, pese a que se dice sociedad anónima, hay personas eficaces y discretas con nombre y apellido; siguiendo por la Iglesia de Bizkaia y el Centro de Formación Profesional, y continuando con las decenas de personas que se han volcado incondicionalmente en este trabajo y que no nombraré porque, como digo, están en estas páginas. Personas entregadas, personas fantásticas, a las que expreso mi más sincero agradecimiento.
En segundo lugar, como señalo en otra parte del libro, quiero poner de manifiesto que esta biografía pudo haber sido más completa, y lo digo por varias razones. Sobre todo, porque, como muchos sabéis, don Marcelo Gangoiti era un señor muy discreto que no se explayaba precisamente hablando de su vida y de las circunstancias que la rodearon. Además, otras incidencias y casualidades nos privaron, tras su fallecimiento, de algunos materiales que, de haberlos tenido, nos habrían permitido disponer de más y mejor información. Bien. Yo soy un convencido de lo acertado de ese proverbio volteriano que dice que “lo mejor es enemigo de lo bueno”. Así pienso: esta biografía pudo ser mejor, pero hemos llegado hasta este punto y por ello hemos de estar satisfechos.
Tercero, deseo resaltar otra idea: la historia de don Marcelo en Muskiz es lo suficientemente poderosa y ejemplar como para que aseguremos por escrito su permanencia en la memoria de este pueblo. Esta historia, puesta en papel, como digo, quedará como ejemplo para todos; contada y hablada, recorrerá estas aulas y estas calles y se manifestará como un mensaje siempre vigente y atractivo.
La pregunta es: ¿por qué valoro así la historia de Marcelo Gangoiti?
Marcelo, para mí, después de bucear en sus escritos y en los testimonios de quienes lo conocieron, es muchas cosas a la vez (enumeraré algunas y lo haré en presente): es un hombre de Iglesia, es profundamente creyente, convencido de su fe, y se ve a sí mismo íntimamente unido con la Tierra, con la naturaleza y con las personas. De su biografía deduzco que Gangoiti es un hombre culto, estudioso, curioso, etc. Don Marcelo es independiente, es constante, austero, detallista y EMPRENDEDOR. Conste que cada uno de estos adjetivos está respaldado en el libro por anécdotas y testimonios. Don Marcelo cree en la fuerza del grupo, del equipo; es tenaz y puede que pesado, pero no un fanático. Mucho se ha hablado de su capacidad para ver el futuro, pero más nos valdría decir que tiene sentido común y es trabajador, que hace los deberes, que estudia, y que su experiencia le permite interpretar y anticiparse. Aquello de que cuando los demás vamos, él ya está de vuelta.
Yo leo sus papeles y lo primero que se me ocurre es que Marcelo es un hombre moderno, que su mensaje no se ha pasado de moda, que está vigente como el primer día. Fíjate si es contemporáneo y pertinente: por ejemplo, él siempre se refirió a la educación como la palanca del cambio; escribía con preocupación de la existencia de profesiones con más oferta que demanda, y de que era preciso analizar el mercado para decidir los caminos de la Escuela; hablaba de la importancia del capital humano; de reinvertir aquí la riqueza generada aquí; de la importancia de la especialización; del valor estratégico de las buenas comunicaciones; hablaba de ver, viajar, salir, abrir horizontes; de gastar dinero en inteligencia y de los réditos de tal inversión; etc. Todo esto podría parecer el discurso de un político en un debate de investidura en cualquier parlamento, pero es simplemente lo que don Marcelo escribía hace sesenta años. Sesenta años, he dicho.
Termino. Enemigo de homenajes y distinciones, si don Marcelo estuviera aquí ahora mismo, perfectamente nos podría poner en marcha con otro dicho, también de Voltaire: “¡Todos a trabajar! Que el trabajo nos salva de tres grandes males: del aburrimiento, del vicio y de la necesidad”.
A trabajar, pues.