Buenos días a todos. Quiero en primer lugar agradecer a ESADE por su invitación para participar en esta conferencia inaugural.
Me proponen hablar de liderazgo político y liderazgo empresarial. Cuando a uno le invitan a una conferencia, lo primero que tiene que preguntarse es el porqué de la invitación. Porque yo no soy profesor en liderazgo, así que es evidente que no me invitan por eso. Si me hubieran invitado a un curso de polímeros, me hubiese sentido una autoridad en la materia y hubiese estado muy cómodo en el tema. Posiblemente podía también haber abordado los retos y desafíos de la energía, una materia en la que he trabajado en diferentes facetas a lo largo de más de veinte años y sobre la que doy conferencias en muchos foros.
Si me hubieran invitado a un curso de polímeros, me hubiese sentido una autoridad en la materia y hubiese estado muy cómodo en el tema. Posiblemente podía también haber abordado los retos y desafíos de la energía, una materia en la que he trabajado en diferentes facetas a lo largo de más de veinte años y sobre la que doy conferencias en muchos foros. Incluso podía haberme sentido cómodo hablando de la sociedad-red y de la influencia de las nuevas tecnologías en los nuevos formatos sociales, económicos y políticos, cuestión que he profundizado en los últimos quince años y sobre la que acabo de prologar recientemente un libro, La sociedad-red, de David de Ugarte y otros. Incluso podía haberme sentido cómodo hablando de la sociedad-red y de la influencia de las nuevas tecnologías en los nuevos formatos sociales, económicos y políticos, cuestión que he profundizado en los últimos quince años y sobre la que acabo de prologar recientemente un libro, La sociedad-red, de David de Ugarte y otros.
Pero, ¿por qué hablar sobre el liderazgo? Mi primera sensación fue acordarme de un profesor que tuve en Química Técnica de tercero. Era un catedrático de Salamanca, que decía siempre que algunos profesores confunden las obras de misericordia, y que en vez de enseñar al que no sabe, pretenden enseñar lo que no saben. Estaba convencido de esta última reflexión cuando recibí la invitación de Angel Castiñeira e incluso pensé en desestimarla.
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