Eficiencia energética… permítanme ofrecerles un dato significativo para mayor comprensión de la importancia de esta práctica en la actividad de Petronor: en el bienio 2012-2013 la refinería de Muskiz invirtió 49 millones de euros en mejoras de eficiencia energética. Para un catalán como yo, 49 millones son muchos millones, pero me imagino que también lo serán en Bilbao. De hecho, probablemente en todo Euskadi baste con una mano –y nos sobren dedos— para contar el número de empresas que aborden este nivel de inversiones, y no ya en eficiencia energética, sino en el conjunto de todas sus inversiones de todo tipo y durante muchos años.
La acuñación, difusión, asunción o concienciación del claim “eficiencia energética” es relativamente nueva en términos sociales, pero está en el ADN de Petronor desde su propia génesis, hace ya 40 años. Tras la construcción de la segunda refinería en 1978, la generación de fuelóleo suponía en Petronor una producción del orden del 60% del total. Con la puesta en marcha de la unidad de Conversión, la fabricación de fuelóleo disminuyó al 40%, y tras la inversión de 850 millones realizada en la planta de coque, inaugurada hace un año, la producción de fuel ha quedado reducida al 20%. Es decir, sin incremento alguno de materia prima, se ha producido un constante aumento de la generación de productos menos contaminantes y de mayor valor añadido, en aplicación de los principios de mayor sostenibilidad y eficiencia energética.
Otro tanto cabe hablar de la capacidad de Cogeneración de Petronor, estimada en 100 Mw/hora. Equivalente al 25% de la capacidad de generación de la central nuclear de Garoña. Con la diferencia, además, de que mientras del calor que genera la fusión nuclear de una central atómica sólo se aprovecha el 35% del total, en el sistema de cogeneración de Petronor se aprovecha el 60% del calor generado. Esto también es eficiencia energética, aunque las últimas decisiones ministeriales en política energética no parecen, sorprendentemente, favorables a esta estrategia de autogeneración.
Igualmente relevante es la inversión de 19 millones realizada por Petronor en los dos últimos años para la reducción de emisiones de C02. Una experiencia positiva a más no poder. Baste recordar que nuestro objetivo para 2016 era reducir el 15% de las emisiones de C02, pero como este objetivo se alcanzó en 2013, se ha comprometido un nuevo objetivo de reducir las emisiones en un 20% para 2016.
No cabe duda de que la mejora energética dependerá de los cambios en la industria y el transporte, pero no es menos cierto que, contra la percepción popular, la industria ha hecho ya –y sigue haciendo—sus deberes, mientras que al transporte –en el que está involucrada toda la ciudadanía como protagonista directo— le falta por hacer un gran recorrido.
Y, sin desdeñar la cada vez mayor concienciación social y las grandes posibilidades potenciales que se nos abren con las energías alternativas, tampoco nos podemos engañar con falsas expectativas. La verdad es que, junto con las energías renovables, el petróleo y los productos de refino, el gas natural y la nuclear conformarán en las próximas décadas la matriz de la cesta energética más diversificada, sostenible y eficiente.
Según la Agencia Internacional de la Energía, el consumo de energía será en 2050 bastante mayor que el de ahora y, aunque disminuya en términos relativos el consumo de energías fósiles, aumentará considerablemente en los países emergentes.
Sea como fuere, lo cierto es que el petróleo y los productos de su refino seguirán formando parte de una cesta energética más diversificada, sostenible y eficiente. Respecto al sector de refino, la adaptación tecnológica deberá ser continua para procesar crudos cada vez más pesados, ácidos y no convencionales; conseguir procesos de conversión profunda; lograr catalizadores más selectivos; mejorar la calidad de los combustibles (cero azufre, incremento de H/C) e incorporar todos los bios y derivados de pirólisis. Asimismo, se deberá aportar valor a través de nuevos productos para fabricación de plásticos, reducir la “huella de carbono”, conseguir combustibles para vehículos cada vez más eficientes, avanzar en la captura y almacenamiento de C02 y, en definitiva, facilitar por todos los medios una mayor eficiencia energética.
Hace ya décadas –cuando menos desde los ochenta– que tanto la mejora de las medidas medioambientales como la adopción de estrategias de sostenibilidad y programas de eficiencia energética dejaron de ser concebidas como gasto para convertirse en factores de competitividad. Aquellas empresas que no las tengan están destinadas al fracaso, mientras que las que las adopten y desarrollen –por encima incluso de los requisitos legales que el ordenamiento jurídico establezca—tienen ya medio sembrado el camino del éxito.
Bilbao, a 28 de abril de 2014
Andreu Puñet
Petronorren Kontseilari Delegatua