En un artículo publicado en el periódico municipal BILBAO el pasado mes de octubre, titulaba “Athletic: todos a una hacia Europa”. Era el comienzo de la temporada y este titular era el lema para la presente campaña que representaba el conjuro y la apuesta firme de todo el estamento del club, con un reto ambicioso pero posible como era conseguir un hueco en Europa. En alcanzar este logro habían puesto todo su empeño la directiva y los jugadores, toda su ilusión los socios y aficionados, y todo su apoyo las instituciones y los patrocinadores.
Pues bien, pasado ya el ecuador de la liga este objetivo se ha alcanzado, de una forma brillante y por la puerta grande, por una vía que no es ajena a la historia del Athletic y por la cual se anhelaba desde hace mucho tiempo en la villa, la Copa. Suspirábamos por ella, ya que sin duda un cuarto de siglo sin ganarla, o simplemente sin jugarla, es toda una vida, o por lo menos una generación. Pero quizá no sospechábamos que pudiera alcanzarse volviendo a disputar la final de una competición que es nuestra seña de identidad. Sin duda este sentimiento no era debido a la falta de confianza en nuestras posibilidades, sino a que en estos veinticinco años hemos tenido que seguir compitiendo contra equipos muy poderosos tanto deportiva como económicamente.
Pero una vez más se ha demostrado que hay otros valores tan importantes, o más, que los estrictamente competitivos. Está detrás toda una política de cantera con una labor sorda y que a la larga se comprueba que resulta eficaz. Existe un compromiso de los jugadores con una institución que les aporta mucho, y que, en algunos casos, a pesar de tener oportunidades más atractivas en otros equipos renuncian a ellas por permanecer en el club de su vida. Pero especialmente existe todo un pueblo que vive con pasión por un equipo que le une y al que moviliza, creando a su alrededor una perfecta simbiosis que es capaz de devolver la ilusión a toda una sociedad en una época de depresión generalizada.
Así quedó patente el último miércoles copero. El día 4 de marzo de 2009 quedará grabado con letras de oro en la historia centenaria del Athletic, y curiosamente pasará a sus anales, no por haber conseguido algún título sino por haber dejado patente lo que este club representa. Independientemente del resultado que pudiera acaecer al finalizar la eliminatoria, la villa se vio inmersa en un ambiente festivo teñido de rojiblanco para una cita complicada ante un todopoderoso como el Sevilla. La fe y la esperanza en un único objetivo, la victoria, daban rienda suelta a una emoción contenida durante años, sin duda excesivos, y ponía en pie a un pueblo alrededor de su icono. El único destino posible, el triunfo, estaba cerca y tan solo era cuestión de creérselo y llevar en volandas al equipo, a unos jugadores muchos de los cuales no habían ni nacido cuando el Athletic se proclamó campeón por última vez.
Así, y solo así, se ha conseguido el éxito. Un éxito que alienta el sentimiento rojiblanco y que como proclamaba su presidente, Fernando García Macua, es de todos. De la junta que encabeza, de la plantilla de técnicos y jugadores que dirige, de la masa social a la que representa, del pueblo en el que está inmerso, de los organismos que lo respaldan y porque no decirlo del principal patrocinador, Petronor, que ha aportado energía para que el Athletic, nuestro club, el de todos, recupere la senda victoriosa manteniendo su tradición singular con una estructura moderna, basada en una filosofía propia y única pero adecuada al tempo actual. Valencia espera. La afición también. La Copa está cerca y las vitrinas abiertas para recibirla. Athletic geuria, eup! Zu zara nagusia.
Víctor M. Pérez de Guezuraga
Socio del Athletic y Director de Refinería de Petronor