Decidió dejar la presidencia de su partido a sabiendas de que sus posiciones, moderadas e integradoras -transversales, según la terminología al uso-, generaban una profunda división. Medio Partido Nacionalista Vasco le consideraba la gran esperanza blanca y el otro medio un auténtico peligro, capaz de enterrar para siempre las aspiraciones soberanistas de esta formación. A finales de 2007 hizo las maletas, encontró un trabajo “temporal” en la Universidad de Harvard, cogió a su mujer y a sus tres hijos, buscó un colegio para ellos por Internet y se instaló en Boston. Seis meses después, Josu Jon Imaz fichaba por el grupo Repsol para presidir Petronor, la filial de esta compañía en el País Vasco. Esta es la primera entrevista que concede desde hace dos años.
-Hay quien considera que, conseguidos todos los permisos para la ampliación de Petronor, usted ya ha terminado su trabajo.
-Mi trabajo no ha terminado, sino que acaba de comenzar. Los que piensen lo contrario, no me conocen.
-Y, también, que usted ha actuado en este proyecto como un mero “conseguidor”.
-Si fuese así, entonces sí que ya hubiese terminado mi misión y el consejo de administración me rescindiría el contrato.
-Usted encaja en el reto de hacer una inversión de 820 millones de euros y de enfrentarse a las dificultades que ha tenido su gestación. Cuesta imaginárselo, cuando la famosa planta de coque ya entre en funcionamiento, como presidente de una refinería.
-Bueno, primero hay que recordar que mi formación es petroquímica y que este mundo me encanta. Pero es que, además, Petronor es una empresa con vida propia, es como una ciudad. Desde esta presidencia también voy a tener la posibilidad de impulsar y ayudar en muchas de las actividades del grupo Repsol en Euskadi, que no son pocas. En estos momentos tenemos proyectos de inversión por un importe de 2.300 millones de euros. Los tres más importantes que hay aquí sobre la mesa: la unidad URF de Petronor, la adaptación del yacimiento Gaviota y la construcción de la central de ciclo combinado de Lantarón están liderados por Repsol.
-Ha existido una destacada oposición al proyecto de la planta de coque. ¿Tiene usted la impresión de haberse enfrentado a un movimiento ecologista o político?
-Suelen ser fenómenos mixtos. Que las cosas se debatan, es bueno. Que haya movimientos vecinales e incluso protestas es también lógico. Pero cuando los proyectos se tiñen de color político, todo se trastoca. Hace poco veía una foto de Pasaia y no puedo entender que exista una oposición a la regeneración de esa zona. ¿Dónde quedan ahora los mensajes tremendistas sobre la central eléctrica de Boroa cuando lleva ya cuatro años en funcionamiento? ¿Sería posible mantener el crecimiento del gasto social sin los ingresos públicos que reporta esa instalación? Me temo que no.
Mejor en casa del vecino
-Todos queremos tener electricidad en casa, pero que la central esté en el patio del vecino y lo más lejos posible. ¿Ha tenido aquí las mismas sensaciones que cuando gestionaba desde el Gobierno la ubicación de los polémicos parques eólicos?
-La misma sensación, pero creciente. Y eso me lleva a pensar que esta sociedad necesita hacer una reflexión seria sobre el nivel de bienestar que queremos, el que tenemos y cómo lo hemos conseguido. El bienestar que disfrutamos es consecuencia de valores como el esfuerzo, el trabajo en equipo, el desarrollo de la industria… y no nos podemos separar demasiado de ese eje. Estamos en una sociedad acomodada que comienza a rechazar la industria y ese camino no es bueno. La industria es la que nos puede permitir tener empleos de calidad y un alto grado de bienestar social.
-Veamos cómo anda de “nacionalismo mercantil”. ¿Qué parte de los 820 millones de euros que se invertirán en la nueva planta de Petronor han sido contratados en el País Vasco?
-El 25%, aproximadamente. Hay que tener en cuenta que la tecnología, la parte más cara, es extranjera. Para las empresas vascas que han entrado en el proyecto se abren además nuevas oportunidades. Esto les va a permitir ser homologadas por el grupo Repsol y optar a otros contratos de la compañía.
–En un momento en que se registra una fuerte caída de la actividad, puede parecer un contrasentido preguntarle su opinión sobre la necesidad que tiene el País Vasco de abordar la construcción de nuevas centrales eléctricas. Sin embargo, en algún momento comenzará la recuperación y habrá que planteárselo. ¿Cree que cabe una nueva central de ciclo combinado en Euskadi?
-Es verdad que hay descensos en el consumo en el sector industrial, aunque no en el domiciliario. Puede parecer curioso, pero con la crisis la gente pasa más tiempo en casa, además del hecho de que están proliferando los equipos de aire acondicionado. El consumo de electricidad va a seguir creciendo y sí, creo que el mapa eléctrico de Euskadi presenta un desequilibrio. Guipúzcoa no ha atraído proyectos de generación y eso no sólo provoca un desequilibrio energético, sino también de riqueza. Creo que sería bueno para Guipúzcoa contar con una nueva central, porque es una importantísima fuente de ingresos para las arcas públicas.
-Y, ¿es partidario de las centrales nucleares?
-Sí, pero con matices. La energía nuclear no es la solución de futuro, pero tampoco podemos prescindir de ella. Es cierto que el parque mundial que existe en estos momentos tiene ya una edad muy elevada y creo que la opción lógica sería no construir nuevas centrales, pero sí ampliar la vida de los actuales emplazamientos.
-Intuyo, por tanto, que usted es partidario de prolongar la actividad de la central de Garoña.
-Si los informes técnicos señalan que es posible, sí.
Ahora, no
-Ahora es usted un dirigente empresarial. ¿Cuál es su postura en torno al abaratamiento del despido.
-Tenemos un mercado laboral excesivamente rígido y es una de las razones del elevado paro. La reforma, por tanto, parece necesaria. Ahora bien, no me parece que sea el momento de hablar de flexibilización del despido, cuando las oficinas de desempleo se llenan cada día de gente. Debería haberse abordado hace tres o cuatro años, en tiempos de bonanza. Ahora creo que deben aplicarse otras fórmulas para reducir los costes sociales de la contratación, como por ejemplo incrementar la imposición indirecta.
-Dígame alguna medida que adoptaría desde la Administración para luchar contra la crisis.
-Hay que tener mucha humildad en esto. Hace tan sólo 11 meses todas las previsiones apuntaban a tasas de crecimiento positivas y… se ha dado la vuelta. Admitamos primero con normalidad que nadie es capaz de saber con precisión cuando va a recuperarse la economía, especialmente la norteamericana, que puede actuar como motor. Pienso que se puede hacer muy poco sobre los aspectos “macro” de esta crisis y también que hay que huir de recetas fáciles que pueden ser populistas. Si podemos hacer poco o nada en la crisis, hagamos todo lo posible para prepararnos de cara a la recuperación. Invirtamos en formación, en investigación y desarrollo, en tecnología, en innovación e incluso en ilusión para llevar hacia adelante proyectos que resulten atractivos.