Marcelo Gangoiti y Petronor siempre mantuvieron una estrecha relación y por este motivo y a falta de otras iniciativas, hace ahora dos años creímos de justicia promover la investigación, redacción y edición de la primera biografía de don Marcelo coincidiendo con el centenario de su nacimiento. Sin duda se la debíamos todos.
De su biografía, su impronta e incidencia en Muskiz hablarán más tarde personas más conocedoras de la personalidad de un hombre cuyo merecido homenaje nos reúne hoy aquí. Por mi parte, a modo de introducción general, únicamente quisiera ubicar al personaje en el contexto histórico e ideológico en el que vivió y se desenvolvió. Porque, para suerte de toda la ciudadanía vasca, Marcelo Gangoiti no fue una isla, no fue un oasis en el desierto, sino que respondía a unos valores y a una forma de entender el humanismo muy propia de su generación.
Como bien recoge el filósofo José Azurmendi, personajes ya históricos y aparentemente tan dispares como José Antonio Aguirre, cristiano-demócrata y presidente del primer Gobierno Vasco; Toribio Echevarria, socialista y marxista, delegado del Gobierno de la República en CAMPSA; José María Arizmendiarrieta, inspirador del movimiento cooperativo de Mondragón; Carlos Santamaría, matemático, secretario internacional de Pax Christi y promotor de las ikastolas, y el propio Marcelo Gangoiti, de cuya preocupación por la formación profesional de las nuevas generaciones surge este Centro de Somorrostro que él mismo fundó, conocieron una Europa enzarzada en las mil una batallas bélicas, coincidieron en momentos de grandes confrontaciones ideológicas y políticas, y todos ellos, lejos de caer en el pesimismo y la resignación, vieron la necesidad de aunar voluntades, superar viejas posiciones y construir solidaridades.
En la línea del existencialismo que ocupaba en los años 40 el pensamiento más profundo de Europa, estos cinco ilustres reivindicaron el respeto a la libertad y dignidad del individuo y defendieron la colaboración y convivencia de los pueblos. Eran muy conscientes de que estaba en riesgo el destino espiritual de la humanidad, eran testigos de excepción de la profunda crisis moral que les tocó vivir, y propusieron, cada uno desde la atalaya que le tocó vivir, la renovación social y la dignificación del trabajo.
Reivindicaron un nuevo orden más humano de formación, bienestar y relación laboral, dentro de lo que en su momento se calificó como “síntesis cristiana”. Demandaban un espíritu liberal, no dogmático, y, por encima de todo, preconizaron una defensa a ultranza del hombre y de la humanización de todos los aspectos de la vida. Algo así como un nuevo humanismo que nos hiciera a todos más comprometidos, más implicados, más solidarios, más iguales en la propia libertad humana.
La aplicación práctica de este ideario humanista hizo posible no pocos de los logros que la sociedad vasca ha venido consolidando en los últimos años y, quizá, el abandono del esfuerzo, del compromiso, de la solidaridad y del valor del trabajo, es el que nos puede acercar al precipicio que ellos percibieron y trataron de superar.
Por todo esto es por lo que creo sinceramente que puede afirmarse que, con toda seguridad y sin ningún género de dudas siempre para bien, Muskiz sería hoy otra cosa de no haber contado en su día con la presencia e implicación vital y personal de don Marcelo Gangoiti. Y también me atrevo a afirmar que, para bien o para mal, hoy es inimaginable Muskiz sin Petronor. Esto conviene tenerlo presente, aunque sea de pasada, ahora que vienen de verdad tiempos de vacas muy flacas.
En los últimos cuatro años Petronor ha colaborado con Muskiz con algo más de 21 millones de euros, sin contar la generación de empleo y el efecto inducido en la economía del entorno en general y en la hostelería en particular. Veintiún millones para una población de 7.000 habitantes no es poco, ni más ni menos quem 3.000 euros por habitante. Y hago esta referencia porque sin embargo, en este período de tiempo, en contra de cualquier previsión, nadie ha solicitado importe alguno para rememorar la figura de Marcelo Gangoiti, reconocer su obra o, simplemente, conmemorar su centenario.
No estaría de más que, coincidiendo con esta gran efeméride, aunque no fuera más que por unos minutos, nos paráramos a pensar más en lo que nos une que en lo que nos separa, más en lo que podemos aportar cada uno de nosotros que en lo que esperamos que nos solucione el de al lado. Seguro que a Don Marcelo Gangoiti así le hubiese gustado que fuera.
Víctor Pérez de Guezuraga
Director General