Los pulpos de ‘La Arena’
Durante años, las márgenes rocosas de la playa de La Arena ha sido una de las zonas más ricas en abundancia de pulpos de la costa vasca. Tanto los acantilados marinos del cargadero de El Cobarón, como la playa pedregosa de El Astrón, han dado cobijo en gran número a uno de los habitantes más curiosos de nuestra costa, el pulpo.Hoy, al igual que sucede en toda la costa vasca, sus poblaciones han disminuido considerablemente, especialmente los ejemplares de mayor tamaño, pero en esta playa, el pulpo todavía sigue siendo un morador habitual, y en determinadas épocas, como la estival, es incluso abundante.
Perteneciente a la clase de los cefalópodos- compuesta por 730 especies vivas y 10.500 fósiles- y al orden de los octópodos por tener junto a la cabeza ocho apéndices dispuestos en círculo, el pulpo común (Octopus vulgaris), puede llegar a pesar hasta seis kilos y medir casi dos metros. Sus ojos alcanzan una notable perfección y son, gracias a un fenómeno de convergencia funcional, semejantes a los de vertebrados. Pero a diferencia de éstos, son inversos, es decir, las células de la retina están vueltas no hacia la fuente luminosa, sino hacia una capa pigmentaria, por lo que reciben la luz indirectamente.
Fuera de su madriguera, este animal es muy vulnerable y si ha de defenderse necesita un punto de apoyo para desplegar toda la fuerza de que dispone. De hecho, los ocho tentáculos que posee, provistos de unas 2.500 ventosas, están claramente diferenciados en cuanto a su función: los dorsales le sirven para la exploración y la presión, mientras que los ventrales los emplea para el anclaje y le permiten duplicar su fuerza. Asimismo, todas sus ventosas están sostenidas por un anillo córneo que mejora aún más su adherencia y cada una de ellas tiene una gran independencia con respecto a las demás, pues están provistas de un aparato muscular propio y de nervios especiales.
Los machos disponen de otro tentáculo muy pequeño, el hectocotíleo, que utilizan como órgano de copulación, pues a través de él vierten su esperma.
Asimismo, para pasar inadvertido ante sus predadores, o para capturar a sus víctimas, adopta en cuestión de segundos el color del fondo donde habita y se camufla a la perfección gracias a un complejo mecanismo que le permite percibir la forma y el color de cuanto le rodea, no por su vista, sino mediante un conjunto de percepciones físico-químicas, entre las cuales se encuentra la del tacto de sus ventosas. Después, sus cromatóforos se encargan de adoptar el colorido apropiado.
Vida y costumbres
El pulpo, que a través de la evolución ha perdido la concha que llevaba a la espalda, vive oculto en cavidades y grietas del fondo rocoso, desde donde acecha a los animales que le sirven de alimento: peces, crustáceos y moluscos. En cuanto avista a una presa, abandona lentamente su escondrijo y se precipita sobre ella con rapidez, rodeándola con sus tentáculos y reteniéndola con sus ventosas, que la aplastan y la conducen hasta su boca. Luego la desgarra con sus duras mandíbulas mientras le inocula una toxina paralizante segregada por las glándulas salivares. Una vez muerta su presa, la ingiere lentamente. Durante el verano se aproxima a la costa para desovar, llegando hasta las márgenes rocosas de las playas. Los crustáceos y moluscos constituyen su dieta principal.
CURIOSIDADES
Los pulpos poseen una asombrosa facultad para cambiar de color, que está íntimamente relacionada con los estímulos ambientales o psíquicos. Así, cuando se excitan, súbitamente se forman por todo el cuerpo unas nubecillas, pardo-rojizas o violetas en el centro, con bordes transparentes. Estas y las franjas coloreadas pasan con rapidez por el cuerpo, se agrupan, se ensanchan y la piel va tomando un color rojizo, si está irritado, o blanquecino si está asustado.