Mojarra, un pez de rompiente
Uno de los peces más abundantes de las márgenes rocosas de la playa de La Arena es la mojarra, cuyos alevines penetran en el estuario del Barbadún para alimentarse del plancton y las algas que abundan en la desembocadura de la ría.Los sargos o mojarras conocen a la perfección las técnicas natatorias, lo que les permite vivir en los lugares donde se forman fuertes resacas, corrientes y remolinos. Cuando detectan algún peligro, aceleran bruscamente y huyen disparados como un torpedo submarino. Estos espáridos, en su etapa adulta se nutren de los percebes y mejillones que arrancan de las duras y afiladas superficies con su potente dentadura: provista de entre ocho y diez enormes incisivos y de unos fuertes molares.
Esta capacidad para imperar sobre el medio marino es fruto de sus costumbres errantes. A diferencia de otros peces sedentarios y bentónicos, que pasan su existencia en los agujeros y grietas que se abren entre las rocas, las mojarras son incansables nadadoras que sobreviven desplazándose en grandes bancos, en busca del alimento que les otorgan las escolleras. Se ocultan en oquedades y grietas que se hallan a mediana profundidad únicamente para descansar durante la noche o en determinadas horas del día, una vez saciado su apetito. Dado su carácter gregario, es común encontrar grandes bandos descansando ente las grietas existentes entre los bloques del superpuerto. Allí son especialmente abundantes los grandes ejemplares que superan el kilo de peso.
A principios de primavera, las hembras se aproximan a la orilla para reproducirse. Sólo el sargo picudo, conocido como mojarra morruda, espera hasta finales del verano. Las mojarras escogen fondos arenosos o de grava para depositar sus pequeños huevos que, tras la puesta, ascienden a la superficie formando parte del plancton. Al cabo de aproximadamente de 50 días, eclosionan las larvas, cuyo aspecto es muy diferente al de sus progenitores. Durante algún tiempo se mantienen en la superficie nutriéndose de pequeñas algas y animalillos que componen el zooplancton -crustáceos y moluscos fundamentalmente- hasta que alcanzan un tamaño que oscila entre los ocho y nueve milímetros. Entones se aproximan a la costa y descienden al fono para llevar una vida gregaria y en bancos.
A medida que van creciendo, los alevines se hacen más desconfiados, abandonan los estuarios y acuden a las rompientes para instalar allí su verdadero reino. Este desplazamiento no lo realizan porque se sientan especialmente atraídos por las aguas espumosas, los remolinos o las grandes olas, sino porque es el lugar en el que se encuentran sus más codiciados alimentos: los mejillones y los percebes, cada día más escasos en nuestra costa. Si el hambre aprieta, también se nutren de gusanos y crustáceos -cangrejos y quisquillas-, y algunos ejemplares, como la mojarra real, combinan esta dieta incluso con algas. Una vez saciado su apetito, abandonan las escolleras y descienden al fondo a refugiarse.
Cinco especies de mojarras viven en la costa vasca
A pesar de ser uno de los peces más populares para los amantes del mar y los habitantes de la costa, existe un gran desconocimiento y confusión con relación a las especies de mojarras que habitan en la costa vasca.
Cinco son las que habitan en nuestro litoral. Pertenecientes al género diplodus, que significa dientes dobles, son el sargo mayor (Diplodus sargus), el sargo imperial (Diplodus cervinus), la mojarra vulgar (Diplodus vulgaris), el sargo picudo (Diplodus puntazzo) y el raspallón (Diplodus annularis). Todas ellas cuentan con dientes incisivos dobles, largos, derechos, apretados y dispuestos en una sola fila; los laterales, en cambio, son molariformes y están colocados en dos o tres filas. El sargo picudo en cambio sólo tiene una sola fila de dientes molares. La gran mojarra imperial presenta un color gris plateado, atravesado por cinco anchas bandas transversales de color marrón oscuro. Es el espárido que mayor peso puede alcanzar ya que, en ocasiones, supera los cinco kilogramos.
CURIOSIDADES
En los primeros años de vida acostumbran a frecuentar los estuarios y marismas de los ríos -en los que penetran empujados por la marea-, ya que manifiestan una cierta resistencia al agua salobre. En ocasiones suelen arremolinarse en grupos al abrigo de lugares resguardados, como los puertos y las paredes marinas próximas a ellos.