Riesgos geopolíticos, renacimiento tecnológico industrial y Unión Energética Europea

Emiliano López Atxurra durante la conferencia.
“Vivimos en la época más excitante de toda la historia moderna. Nuevas ideas están, y van a venir, regando el campo de las ciencias y la tecnología. Su fruto, está transformando nuestras vidas y nuestra manera de entender la economía, las relaciones sociales, nuestras organizaciones sociales en términos de convivencia y la perspectiva de la sociedad internacional.”  

Ian Goldin, Universidad de Oxford (Davos 2016)

 

“El control de los recursos energéticos, es vital. Así se controla el crecimiento económico”

Bernice Lee. Investigadora de Chatam House

 

Resumen ejecutivo

La energía en la historia de la humanidad. Es un vector estratégico de primer orden en su desarrollo socio-económico y en la mejora de sus condiciones de vida. Ha sido y lo sigue siendo.

También, como reverso, ha sido y sigue siendo el motor principal que ha alimentado y alimenta la competitividad y, por desgracia, conflictos y guerras entre los seres humanos.

La energía, al igual que otros recursos naturales básicos como el agua, se ha introducido en el corazón de las guerras climáticas que están haciendo inestable el mundo y nos está situando a los europeos ante el mayor desafío desde la creación del Mercado Común Europeo. La avalancha de miles, de millones, de seres humanos de nuestra vecindad que están tocando la puerta de Europa para poder entrar y lograr cobijo en un espacio de paz, y con la esperanza de tener oportunidades vitales para vivir dignamente.

No me voy a remontar en el río de la historia, aguas arriba, aunque sería conveniente, porque tomaríamos conciencia de que la evolución humana tiene sus ritmos y, sobre todo, que la memoria de la civilización no empieza y termina en el ombligo de uno mismo. Sin embargo, no puedo evitar recordar la inauguración de la Exposición Universal de París de 1900, “símbolo de Paz y Armonía”, y que, posteriormente, se reflejó en una etapa histórica de expansión económica, innovación, cosmopolitismo, armonía y paz. Toda ella retratada magníficamente por Stefan Zweig en su obra El mundo de ayer, y bien recogido por la historiadora Margaret Mc Millan en su ensayo 1914. De La Paz a la Guerra. Ambas lecturas en estos tiempos generan un cierto desasosiego por la excesiva similitud. Y ya se sabe, el ser humano es de los que tropieza dos veces en la misma piedra. Es bueno tener memoria y recuerdo histórico porque, así, la soberbia y la vanidad se atemperan, lo dejan todo en su correcta dimensión, y, sobre todo, uno tiene la justa perspectiva de las cosas y evita no incurrir en los mismos males aunque se den en diferentes entornos.

Si repasamos la historia, tanto moderna como contemporánea, podemos observar a modo de ejemplo que el Índico y el sudeste asiático ya fueron espacios comerciales y geoeconómicos, florecientes y relevantes en la economía mundial de la época. R. Kaplan, entre otros, lo describe bien en su excelente análisis sobre el Índico, Monsoon, The Indian Ocean and the Future of American Power ( Random House, 2010).

Si nos escandalizamos con la destrucción de Palmira, tenemos que ser conscientes de que no es solo un acto de barbarie del ISIS, sino una acción medida de destrucción de la civilización griega y romana. Anatolia, el Tigris, el Éufrates y el norte de África fueron parte de Grecia y Roma. Y las bases de nuestra civilización occidental están en la civilización griega y romana.

La Unión Europea la conformamos los pueblos de Europa que construimos un espacio común dinámico de convivencia y ciudadanía. Por ello es necesario que tomemos conciencia los europeos de lo que somos y que el espíritu de Jean Monnet no sea laminado:

“No podemos detenernos cuando a nuestro alrededor el mundo entero se halla en movimiento. ¿Habré explicado suficientemente que la Comunidad que hemos creado no es un fin en sí misma?. Es un proceso de transformación que prolonga aquel que dio origen a nuestras formas de vida nacionales en una fase anterior de la historia. Como ayer nuestras provincias, nuestros pueblos deben aprender hoy a vivir juntos bajo normas e instituciones comunes libremente aceptadas si quieren alcanzar las dimensiones necesarias para su progreso y conservar el dominio de su destino. Las naciones soberanas del pasado han dejado de ser el marco donde se pueden resolver los problemas del presente. Y la propia Comunidad no es sino una etapa hacia las formas de organización del mundo del mañana”.

El texto corresponde a las Memorias (1976) de Monnet, cuya lectura debería ser de obligado cumplimiento en todo el sistema educativo europeo. Así evitaríamos olvidos permanentes que desembocan en recesiones históricas con gran impacto en la convivencia y en el desarrollo socio-económico.

Si este legado construido con esfuerzo es olvidado y volvemos a la vieja Europa, tal y como apunta el desgraciado Consejo del 18/19 de Febrero último, tendremos que ser conscientes de que el extremo occidental de Eurasia entra en una fase de riesgo y con un futuro incierto. El virus de la balcanización empieza a recorrer el espacio europeo y la única terapia para que no haya más “sarajevos” es más Europa.

Jacques Delors es muy consciente de ello y, a través de su Instituto, puso el foco hace dos años en la idea fuerza de la Unión Energética Europea, porque la energía –en términos geopolíticos, geoeconómicos y tecnológico-industriales– es un pilar fundamental de la Unión Europea que empezó a funcionar tras el Tratado de París de 1951.

Con esta breve pincelada solo quiero resaltar una cuestión: la necesidad de saber leer e interpretar el inestable mundo actual para poder evaluar los riesgos ante los que nos enfrentamos. La inflación informativa está emparentada con la desinformación, y la velocidad de las noticias e imágenes está banalizando y anestesiando el dolor de los profundos cambios en los que estamos metidos, obstaculizando, además, el conocimiento riguroso del delicado escenario en el que nos desenvolvemos.

Estamos inmersos en una era de transición, tanto en términos de civilización humana como en cuanto concierne a la organización de la sociedad mundial. Los avances tecnológicos de un lado y la irrupción de millones de personas que tienen hambre de futuro y quieren sus oportunidades vitales, son la energía de esta transición hacia un nuevo modelo. Más de 4.000 millones de seres humanos quieren vivir como nosotros y están en su derecho. Esta es la cuestión central y el núcleo de la Cumbre de París. Un Acuerdo como el de París, obra de excelencia diplomática de Laurent Fabius, ha creado, a diferencia de otras cumbres, una dinámica de onda larga y con impactos significativos en el proceso de reconfiguración del orden internacional en el que estamos implicados.

París es el punto de partida hacia la búsqueda de pautas más sostenibles. Porque el mundo, amén de las demandas energéticas de los países emergentes y en vías de desarrollo, necesitará en los próximos 15 años, según estimaciones del Banco Mundial, cerca de 90 billones de dólares de inversión en infraestructuras, principalmente urbanas y regionales, y de ellos casi el 75% deben ejecutarse en los países en vías de desarrollo, particularmente en los que ya tienen ingresos medios relevantes y, en consecuencia, tienen necesidades de crecimiento, requieren una urbanización rápida y adolecen de importantes retrasos en infraestructuras que cubran su demanda de energía y movilidad. En este contexto es bueno recordar que el 80% de la oferta energética mundial y más de dos tercios de su oferta de electricidad provienen de los combustibles fósiles.

Un somero repaso a la geografía mundial nos informa de la concentración demográfica, y su pirámide de edad, amén de la velocidad de los procesos de concentración urbana, nos muestra al sudeste asiático y África, principalmente, como protagonistas del futuro y de sus extremados riesgos. París ha contemplado el delicado problema que conlleva esta situación y ha impedido nuevamente la ruptura Norte-Sur. Pero el grado del problema no disminuye y la continuidad del acuerdo pasa por el foco de las cuatro íes: Inversión, Instituciones, Incentivos e Innovación. La estabilidad es el objetivo. Porque las geo-economías emergentes, junto con los problemas energéticos, sociales y medioambientales que hemos sugerido, tienen ante sí, en la mayoría de los casos, problemas climáticos e hídricos que afectan de manera significativa a la seguridad regional y mundial.

Europa tiene una vecindad que está ahora mismo en el centro de los problemas mundiales y el componente energético y climático de los mismos no es menor. Contemplar el sector energético con la mirada puesta en la comodidad del pasado solo nos conduce a convertirnos en estatuas de sal. Contemplar la energía convencional y el clima como procesos contradictorios es una temeridad. Contemplar el medio ambiente como palanca de transformación, una oportunidad para el sector energético. Contemplar el cambio climático desde la comodidad del salón europeo, una nueva manera de neocolonialismo. Contemplar el medioambiente y la energía sin la apuesta tecnológico-industrial, la antesala del desastre social y económico. Y así podríamos continuar.

La energía ya no es un asunto que debe contemplarse con la autocomplaciente mirada eurocéntrica del mundo. La energía es el motor de Europa pero también de otras geo-economías del mundo. Nuestra diferencia competitiva, valorando nuestra dependencia energética, es apostar por la valorización global de nuestros recursos, aplicando las mejores tecnologías disponibles tanto en términos de producción como de eficiencia energética. Y esto pasa por el renacimiento tecnológico e industrial de Europa, una modernización integral de la industria energética y una mirada sobre las fuentes de energía con el foco puesto en la Sostenibilidad, utilizando la mejor tecnología disponible y sin prejuicios. La soberanía energética de Europa nos lo reclama.

La carrera tecnológica e industrial en términos de competitividad entre bloques regionales y países está en marcha y el renacimiento tecno-industrial de Europa es un desafío para nuestra supervivencia. En este contexto la transición energética lanzada el 4 de Febrero del 2014 por François Hollande y Angela Merkel, y los respectivos programas para la transición energética están tocando el nervio de la industria europea. Tenemos datos suficientes para considerar que estamos ante un nuevo mundo. Entre ellos:

– Los “impairment” de las diferentes compañías energéticas que hemos presenciado en 2015, donde se ha explicitado el proceso de cierre del “viejo mundo” como manifestó el presidente de Engie, Gérard Mestrallet.
– Las nuevas estrategias donde se diferencian netamente, en términos corporativos, el viejo mundo energético convencional del nuevo mundo energético tal y como ha materializado E.On.

– Las recientes manifestaciones de la CEO de Engie, heredera natural de Mestrallet y relevante personalidad de la industria energética europea, Isabelle Koche, donde la transición energética es el corazón de su visión estratégica.

– Las estrategias desplegadas por Shell, Total y otras compañías, que las sitúan como multi-energéticas y actores en transición.- El protagonismo creciente de las bases tecno-industriales en el horizonte de la transición energética y, por ende, de las empresas energéticas.

– Y la irrupción disruptiva de la economía digital en la producción y gestión energética, donde el cliente adquiere un protagonismo central.

Todos ellos datos significativos que nos revelan que estamos ante un mundo nuevo. Un mundo nuevo al que debemos de responder.

Y Petronor, también. Solo un apunte. Nosotros somos una compañía que vende energía y en consecuencia tiene que transformarse y reconvertirse en una plataforma que oferte energía diversa y diversificada en diferentes soportes, desde el hidrocarburo convencional hasta los electrones. Nosotros somos actores relevantes de la movilidad y actores industriales que disponemos de conocimiento en procesos complejos. Debemos transformar con inteligencia e innovación nuestras capacidades y adaptarnos al nuevo mundo que nos viene. Por eso nosotros necesitamos tener una mirada diferente y ejecutar una estrategia de reconversión hacia el nuevo mundo energético. Somos parte de un proyecto multi-energético y somos una herramienta industrial y de servicio para responder al nuevo entorno de la energía.

El mundo ha entrado en un escenario distinto al que hemos conocido hasta el presente. En el mundo de la energía fósil, el año 2014 ha supuesto un proceso de ruptura con el periodo que nació en 1974. Como la crisis del 73 supuso la ruptura con el mundo petrolero regulado por las Siete Hermanas desde 1923. Un nuevo mundo se ha abierto y, en su novedad, tiene un componente geopolítico, un componente de civilización, un componente tecnológico y un componente de recomposición del concierto y de la sociedad Internacional.

Debemos ser conscientes de la nueva geografía política que se está gestando en la sociedad internacional, la influencia creciente de China en el rimland de Eurasia (The Geography of the Peace, Nicholas J. Spykman) y su impacto en los intereses vitales de EEUU.

Al mundo occidental no nos es ajeno la implacable apropiación de recursos naturales por parte de China en las diferentes regiones del mundo, como África y el hemisferio sur de América, posicionándola como actor relevante de esas geografías políticas. Tampoco podemos abstraernos de los recursos financieros que está movilizando para el logro de dichos objetivos en forma de inversiones directas, préstamos, creación de instrumentos financieros con vocación global, más allá del hábitat construido tras Bretton Wodds, etc. Y en lo que nos afecta más directamente, China se ha convertido en un actor relevante para América Latina. Solo basta recordar su importante volumen de inversiones en la región, su presencia activa en términos comerciales (según la CEPAL sus flujos comerciales representarán el 19,3% el 2020 y desplazará a la UE como segundo socio comercial), y los términos económicos manejados en la última visita a Brasil del primer ministro chino Li Kegian (50.000M$, además del proyecto de conectar la costa atlántica con la costa del Pacífico de Perú).

La estrategia de China afecta de lleno a la puesta en valor comercial del hemisferio sur americano, con la benevolencia de una potencia regional como Brasil, enfrascada en la idea de Lula de que América Latina no es un continente sujeto a Estados Unidos, sino que pertenece a una docena de estados, liderados, eso sí, por ellos. La política exterior de Brasil entronca con el nacionalismo brasileño y su continua esperanza de ser una potencia regional con vocación global. Xi Ping lo entendió a la perfección y está practicando su estrategia en política exterior, como potencia mundial. Un león agradable, pacífico y civilizado, que se ha despertado. Que no quiere crear problemas. Pero que tampoco tiene miedo a los problemas.

En este contexto, EEUU se ve obligado a una nueva perspectiva y estrategia en su política exterior. Y, por ejemplo, el cambio en la posición con respecto a Cuba es un bálsamo de realismo para abordar con pragmatismo una asignatura pendiente del mundo viejo de la Guerra Fría que le mediatiza su visión estratégica: el desafío de recuperar y reforzar su papel en América Latina, también por razones de interés nacional, y no dejar más espacio. China y EEUU constituyen los dos pilares del orden mundial actual y no sé si también del futuro.

La distancia de Europa ante estas cuestiones y su incapacidad me preocupa. Y el silencio espeso de España, más allá de declaraciones simbólicas, una desgracia. La carencia de una política de Estado ha conducido la política exterior española a límites dramáticos de debilidad y puede tener consecuencias muy desagradables en muchos aspectos tanto de orden económico como político.

Volviendo a los EEUU, más allá de América Latina, la nueva estrategia pasa por la independencia energética, su apuesta por la recuperación de su fortaleza tecnológico-industrial y la focalización de sus recursos en términos de defensa de sus intereses estratégicos vitales. Esto tiene unas consecuencias significativas en su política exterior donde los ojos están puestos en el nuevo escenario asiático, la reposición de su papel en el concierto atlántico con el horizonte de la propia solidaridad atlántica, el papel de Europa como interrogante y la mirada dirigida a África como teatro de operaciones de la sociedad internacional en las próximas décadas.

En el caso de Rusia, la crisis de Ucrania ha venido a visualizar el conflicto de influencias entre Rusia y la Unión Europea, sobre los antiguos países de la Unión Soviética. El déficit de la política exterior y seguridad común europea dificulta la seriedad y el compromiso en materia de una política de vecindad, iniciada el 2003, influenciada principalmente por Alemania, que alimentó y alimenta la esperanza de democracia, desarrollo y oportunidades vitales en la ciudadanía de los países vecinos.

Esta decepción es tanto más grave porque ahora incide en dos debilidades estructurales de la Unión: la política de inmigración y las dificultades en los antiguos PECOs (Países del Centro y del Este de Europa) integrados por el fracaso de la aplicación de normas transparentes y democráticas que doten de eficiencia a los programas de cohesión, sin olvidarnos de su dotación insuficiente para tamaña tarea histórica.

La apuesta de Rusia por la Unión Euroasiática ha creado un contrapeso a la Unión Europea en el control de los espacios de influencia en la geografía de los Urales y el Caspio. De hecho, Rusia, el gran suministrador energético de Eurasia, está utilizando la dependencia europea y su débil política exterior común, en beneficio de su recuperación como potencia y garante de la estabilidad y seguridad en Asia Central y Oriente Medio. El protagonismo de Rusia no es un tema menor, tampoco para la Unión Europea y su posición regional. La cuestión de Turquía, desde diferentes perspectivas, entra de lleno en el corazón de las relaciones triangulares Unión Europea- Rusia-Turquía. Y pone en juego asuntos delicados próximos, como el de Armenia y Azerbaiyán, y la cuestión siria.

A todo ello debemos añadir la inestabilidad del norte de África, donde la Política Exterior y de Seguridad Común se ha caracterizado por su debilidad y carencia de estrategia, con riesgos añadidos como:

– El escenario de fragmentación de Libia.

– El soterrado y delicado conflicto institucional –con impactos de alto riesgo para la estabilidad y seguridad– que vive Argelia.

– La presencia preocupante de un Daesch, cada vez más fuerte en el Sahel.

– Un Oriente Medio inmerso en una convulsión compleja con componentes religiosos e históricos, y con grandes transformaciones socio-económicas y culturales.

– Una dependencia energética de Europa que se visualiza perfectamente en las redes de transporte que le hacen fluir el gas de Rusia, Asia Central y Argelia.

Todo ello nos da un puzzle de riesgos donde la energía y la seguridad van de la mano para Europa, y la debilidad de las instituciones de la Unión y de los responsables políticos de la misma supone una inquietante circunstancia más en estos momentos delicados.

Así las cosas, la situación energética de Europa nos da mucho que pensar y adquiere sentido el llamamiento de Delors por la Unión Energética Europea. La posición de Europa en la nueva sociedad internacional que se está configurando supone una cuestión delicada considerando las dificultades actuales para la profundización de su integración y la rigidez en la concepción de un modelo que demanda velocidades diferentes y formas innovadoras de gobernanza. Nuevamente Monnet, y lean el final de sus Memorias.

En este contexto la volatilidad del precio del precio del crudo hay que situarlo en el entorno de los profundos cambios internacionales y socio-económicos en el que estamos inmersos. Está en su corazón.

Los riesgos geopolíticos ponen en cuestión tanto la seguridad del abastecimiento como la estabilidad de nuestra vecindad europea. Obligan a una política energética común y sitúan los activos energéticos europeos en otra dimensión diferente. Los convencionalismos al uso no nos ofrecen futuro.

La irrupción de la economía digital pone el renacimiento tecnológico industrial europeo en el centro de nuestra soberanía energética, y sitúa en el primer plano la eficiencia energética. Obliga a muscularnos tecnológica e industrialmente. Nos obliga a mirar el horizonte energético de manera distinta, donde las sinergias vienen de espacios de colaboración diferentes a los convencionales, donde el servicio es el factor de transformación central y donde la producción energética se materializará de manera diferente.

El desarrollo de un planeta con esta intensidad demográfica en áreas de crecimiento urbano exponencial está en el corazón del desafío medioambiental y del cambio climático. La energía es parte de la Sostenibilidad del planeta y su futuro dependerá de la capacidad para dar el salto cualitativo tecnológico por parte del sector energético. Y si éste no lo da, lo darán otros con más fortaleza tecnológica, financiera y corporativa, representados por las empresas de la economía digital.

El renacimiento tecnológico industrial es un desafío porque conlleva nuestra supervivencia como sociedad del bienestar y es el soporte de una Administración prestacional con musculatura para prevenir desequilibrios sociales que lleven a una sociedad insegura.

Como dice un líder empresarial y de reconocida trayectoria, Loïk Le Floch-Prigent, en su excelente alegato sobre la industria, Europa no puede perder la batalla de la industria y por ende de la tecnología frente a otros bloques regionales como EEUU y China.

Así lo están entendiendo los países más avanzados y los países con vocación de liderazgo. El futuro no lo regala nadie, se construye desde el día a día, con esfuerzo y talento.

Nosotros somos porque trabajaron duro e innovaron, ellos serán porque trabajamos duro e innovando.

Europa es nuestro espacio tecnológico-industrial y el mundo, nuestro ámbito de actuación.

 

Emiliano López Atxurra
Presidente de Petronor