Las lavanderas de las campas de Muskiz

Una de la aves paseriformes más comunes y conocidas de los campos de Muskiz cercanos a la Refinería de Petronor, y también muy abundantes en todo el País Vasco, son las lavanderas que al igual que el gorrión, se han adaptado a vivir junto al hombre, especialmente en los pueblos que disponen de lugares húmedos y animales que atraen a los insectos, su único alimento.




La forma de las lavanderas es inconfundible. Poseen un cuerpo alargado, un pico puntiagudo y una cola extremadamente larga que se agita constantemente de un lado a otro. También sus rápidas carreras por el suelo son muy características. En las zonas húmedas de toda nuestra geografía abundan tres especies: la lavandera blanca -y más conocida-, la cascadeña y la boyera.

La lavandera blanca (Motacilla alba) se distingue fácilmente de las demás por su plumaje fuertemente contrastado de blanco y negro. Su espalda posee un color grisáceo, mientras que su vientre es blanco inmaculado y el pecho negro. También la nuca, de color negro, destaca sobre las mejillas blancas. La intensidad de sus colores varía según la edad y la estación del año. Durante los meses otoñales, numerosos ejemplares llegan de Europa y nuestros campos de cultivo, las orillas de los riachuelos o los abrevaderos del ganado aparecen súbitamente poblados por estas pequeñas aves que apenas superan los 16 centímetros de longitud incluida su cola.

Las lavanderas obtienen la mayor parte de su alimento mientras caminan, picoteando en el suelo o en los charcos a sus pequeñas presas tales como hormigas, moscas y mosquitos o larvas de éstos, a las que coge con gran precisión mediante su fino pico. A veces también suele capturar al vuelo insectos hasta el tamaño de una libélula, saltando tras ellos desde una rama.

Cuando finaliza el día, estas aves emprenden vuelo hacia sus dormideros, que suelen ser arboledas o cañaverales donde se concentran en gran número. En ocasiones escogen árboles que se encuentran en las plazas de los pueblos.

Frecuentemente se las puede ver surcar el aire en pequeños bandos que se retiran a descansar, pero en cuanto los primeros rayos de luz aparecen en el horizonte, se dispersan en busca de terrenos de caza donde pasan el día.

Prestigiosos estudios ornitológicos han demostrado que la agrupación de estas aves en dormideros comunes tiene una extraordinaria importancia adaptativa para ellas, ya que actúan como "lugares de información" en los cuales los ejemplares que llegan a ellos, tras una jornada en la que han obtenido poco alimento, serían capaces de localizar zonas ricas en alimento a través del comportamiento de los que llegan al dormidero procedentes de dichas zonas. Sería pues, un complejo mecanismo que permitiría una más fácil subsistencia a las pequeñas poblaciones invernales que no emigran y que han de obtener suficiente alimento en el breve periodo de horas de luz que disponen.

REPRODUCCIÓN

Cuando finaliza el invierno, las lavanderas que no han emigrado y las que llegan de sus cuarteles africanos, acuden a lugares cercanos a los cursos de agua para reproducirse. Los machos suelen ser los primeros en llegar a los terrenos de cría. Entonces manifiestan su presencia mediante repetidos trinos a la vez que defiende su territorio frente a sus congéneres, lo que les lleva a realizar frecuentes persecuciones y riñas.

Cuando llegan las hembras se forman las parejas y el macho inicia la parada nupcial. Ante la hembra abre sus alas y exhibe su negra garganta, tras haber correteado previamente a su alrededor con la cabeza baja y la cola desplegada. Es la hembra la que se encarga de escoger el lugar donde se va a construir el nido y quien realiza esta tarea. El sitio elegido puede ser un muro, el agujero de un árbol, etc. Sólo se precisa la existencia de un hueco lo suficiente amplio como para poder albergar la estructura del nido. Este es construido sobre una pequeña plataforma de tallos secos, encima de la que se asienta un montón de musgo, raicillas y hojas. En su interior se instalan materiales más finos, como lana, plumones o crines. El mismo nido suele utilizarse para varias nidadas, ya que la pareja acostumbra a acudir cada año al mismo lugar.

A lo largo de todo el mes de octubre, grandes bandadas de lavanderas atraviesan nuestro cielo desde las primeras horas de la mañana en dirección a sus lugares de invernada, situados en el sur de España y en el Norte de África, aunque algunos atraviesan el desierto del Sahara, pasando el invierno en Senegal, Congo y África oriental.

A diferencia de la migración, el vuelo de retorno en primavera, suele acontecer durante la noche, por lo que es muy difícil de contemplar.

La puesta está formada por cinco o seis huevos de color blanco grisáceo o azulado, punteados de gris pardusco. La hembra incuba de doce a catorce días y sólo deja de hacerlo por poco tiempo, cuando tiene que ir a buscar alimento por los alrededores.

La fecundidad de estas aves es grande; en años muy favorables pueden sacar adelante hasta tres camadas.

A finales del verano, os individuos juveniles suelen agruparse y vivir juntos hasta finales del otoño, fecha en que muchos de ellos emigran hacia el sur.

 

CURIOSIDADES

Durante la incubación, el macho sumamente discreto, apenas aparece por el nido, sin embargo, en cuanto nacen los polluelos, acude frenéticamente en busca de alimento junto a su compañera para cebar a sus crías varias veces cada hora. Al cabo de quince días de su nacimiento, los jóvenes abandonan el nido y permanecen cerca de él, aún cuando sus padres, ocupados ya en su segunda puesta, los ignoran o incluso intentan expulsarlos.